¿Al fin voto de chilenos en el extranjero?

18 de Mayo de 2012
 Jorge Heine
Ex embajador en Sudáfrica. Catedrático de gobernanza global en la Escuela Balsillie de Asuntos Internacionales en Waterloo, Ontario.

Hubo una época en que Chile encabezaba la región en materia de democracia. En esto estamos a la cola. En el mundo globalizado, una de las últimas fronteras democráticas es el voto en el exterior. Sin embargo, en Chile el debate sobre ello es provinciano. Nunca se refiere a lo que pasa en otras partes, aunque la legislación comparada arroja luces sobre el tema, responde a las falsas objeciones planteadas, y revela nuestro atraso en la materia. Tan anacrónica es nuestra situación, y tan atrás nos hemos quedado, que en otros países el tema ya no es el derecho a voto en elecciones presidenciales y parlamentarias, sino que las comunidades en el extranjero elijan directamente a sus propios diputados al Congreso Nacional, algo que ya ha ocurrido en varios países.

La comunidad de connacionales en el exterior, lejos de ser un pasivo a ser ignorado y maltratado, es un activo. En la sociedad de redes de hoy, el que Chile disponga de un millón de compatriotas repartidos por los cinco continentes (aunque concentrados en las Américas y Europa Occidental) es una ventaja. Cada uno de ellos es potencial consumidor de productos nacionales, promotor de Chile como destino turístico, e impulsor de mayores lazos con su tierra. El que Chile, país que se jacta de su apertura económica, de su comercio exterior y de su alto grado de globalización, sea en esto más cerrado que países como Ecuador y República Dominicana, es paradojal.

¿Por qué estos últimos tratan a sus comunidades afuera con guante de seda, y nosotros “a las patadas”? Es irónico que argentinos, bolivianos y peruanos residentes en Chile puedan votar en las elecciones presidenciales de sus países estando en Santiago, y los chilenos residentes en los países vecinos no puedan hacerlo en las elecciones nuestras.

De acuerdo a un reciente estudio de la Américas Society, aparte de Chile, los únicos países latinoamericanos sin voto de los nacionales afuera son El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Uruguay, aunque cada uno de ellos está más adelantado que Chile. En Nicaragua, la ley electoral lo permite, pero aún no se ha aplicado. En Guatemala, el Tribunal Constitucional lo endosó, pero aún falta una reforma de la ley electoral. El Salvador lo está explorando, y en Uruguay aunque la propuesta para darle el voto a los 600 mil uruguayos en el extranjero (uno de cada seis charrúas) fue rechazada en un referéndum, el gobierno no ha tirado la esponja y la sigue impulsando.

En otras palabras, Chile en esto es el “último del curso”.

¿Por qué será que nuestro Tribunal Constitucional, tan agresivo para defender los derechos de propiedad, no se pronuncia alguna vez sobre los derechos ciudadanos, como lo ha hecho su contraparte guatemalteca? ¿Es mucho pedir que alguna vez contribuya a expandir la democracia y no a contraerla?

En Argentina, el voto de los argentinos en el extranjero, tanto para Presidente como para el Congreso Nacional, existe desde 1993. En Bolivia, que tiene dos millones de bolivanos afuera, aunque el derecho está consagrado desde 1984, recién se vino a aplicar en las elecciones presidenciales del 2009. En Brasil, el derecho se estableció en 1965 y se aplicó por vez primera en las elecciones presidenciales de 1989. Brasil ahora contempla legislación para que los brasilenos en el extranjero elijan a su propio representante al Congreso Federal, algo ya existente en Francia. En Colombia, el derecho rige desde 1961 y se aplicó por vez primera en 1962, hace medio siglo. Hoy no solo los colombianos residentes afuera, sino que también aquellos que están viajando tienen derecho a hacerlo. Los costarricenses votarán por vez primera para Presidente en el 2014.

Lo dominicanos lo hacen desde el 2004, pero en las elecciones del 20 de mayo del 2012 elegirán además a diputados en representación de sus respectivas comunidades afuera. Algo similar pueden hacer los ecuatorianos en el exterior, que votan por Presidente desde el 2006, y por diputados que los representan desde el 2009. En Perú existe desde 1998, y en las elecciones del 2011 votaron afuera 402 mil peruanos.

Una de las objeciones es que los chilenos en el exterior no pagarían impuestos en Chile. En primer lugar, esto no es cierto para todos. Algunos tienen actividades económicas en Chile y sí pagan impuestos. En segundo lugar, desde la eliminacion del sufragio censitario, el pagar impuestos dejó de ser requisito para ejercer los derechos politicos. De hecho, la mayoría de los chilenos residentes en el país no paga impuesto a la renta. ¿Deberian por ello ser privados del derecho a voto? En tercer lugar, los chilenos en el extranjero si hacen un aporte económico directo no menor al país. En el 2010, las remesas que enviaron a Chile llegaron a los 820 millones de dólares. Esta cifra es superior a todo lo que recaudaria el actual proyecto de reforma tributaria del Gobierno.

Un segundo argumento es aún más burdo. Se aducen dificultades técnicas en realizar la votación en las embajadas y consulados. Se alega que sería mucho trabajo para los funcionarios, que no habría cómo mandar los votos a tiempo, y que no habría forma de garantizar la imparcialidad en misiones encabezadas por embajadores políticos. En una época en que cada vez más países utilizan el voto por correo o directamente electrónico, en que muchas Cancillerías llevan administrando estas votaciones desde hace décadas sin ningún inconveniente, esto es un insulto a la inteligencia de los chilenos. ¿Por qué casi todos los países de la región han logrado resolver algo tan sencillo como manejar una votación en una sede diplomática y Chile, “el jaguar de América Latina” y “mejor alumno” de la región se autodeclara incapaz de hacerlo?

Un tercer argumento es que dado lo estrechas de algunas de nuestras elecciones, el voto de los chilenos en el extranjero podría inclinar la balanza hacia uno u otro lado, y que eso seria inaceptable. Este tiende a ir de la mano con la noción de que la mayoria de los chilenos afuera serian exilados de la época del régimen militar y votarían por la izquierda. Esto explicaría la oposición de los partidos de la Alianza. Esto nos lleva a la misma naturaleza de la democracia. Mal se puede dar el derecho a voto a un determinado grupo condicionandolo a que esos votos no hagan ninguna diferencia en el resultado. O creemos en el sufragio universal o no. El problema en Chile no es que demasiada gente quiera votar, sino todo lo contrario. Para mantener el vigor de nuestras instituciones democraticas es indispensable abrir los canales de participacion ciudadana a la mayor cantidad de chilenos, y no mantener restricciones artificiales. Nada indica, tampoco, que el voto de los chilenos afuera no refleje, grosso modo, los mismos clivajes politico-partidistas del electorado actual. Al exilio político de los 70 se añaden muchos emigrantes por razones económicas.

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